como el aceite de coco se volvió en la última tendencia de «adelgazar sin esfuerzo»


Una moda más para adelgazar está virilizándose en redes sociales, pero esta vez viene en forma de grasa saturada. Basta con buscar “aceite de coco en ayunas” en TikTok para ver miles de vídeos repitiendo la misma fórmula mágica para adelgazar. Mientras tanto, en España, las enfermedades digestivas no dejan de crecer —ya son la segunda causa de hospitalización, según el INE— y la ansiedad y el desequilibrio intestinal son cada vez más comunes. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Tal vez mucho más de lo que parece.

Un fenómeno matinal. Solo hace falta deslizar unos segundos en TikTok para toparse con el nuevo ritual del bienestar: una cucharada de aceite de coco, tomada en ayunas y sin mezclar con nada. Los vídeos, que acumulan millones de visualizaciones bajo etiquetas cómo #coconutoilinthemorning o #aceitedecoco, repiten una narrativa que se ha convertido en dogma: “Desde que lo tomo me siento con más energía”, “mi estómago está más plano” o “es mi secreto para depurar el cuerpo”. Algunos de estos vídeos incluyen incluso un antes y después con resultados visuales de pérdida de grasa abdominal, mejora del tránsito intestinal o piel más luminosa. Todo parece encajar en esa promesa de salud inmediata, fácil y sin esfuerzo. Y esto, claro, es parte del problema.

Este fenómeno no nace de la nada. Es la versión 2025 de una tendencia que ya se ha visto con el agua con limón, el ayuno intermitente, los superalimentos o, más recientemente, los fármacos tipo Ozempic. Lo que cambia no es el mensaje —adelgazar sin esfuerzo— sino el envoltorio. En las redes sociales, especialmente en TikTok, la delgadez sigue siendo un ideal aspiracional disfrazado de salud. Basta explorar hashtags cómo #SkinnyTok para encontrar miles de vídeos de gente joven compartiendo consejos para “verse más delgada”: desde trucos visuales hasta dietas restrictivas que apenas llegan a las 1000 calorías al día. Esto es síntoma de como el algoritmo está premiando a los cuerpos normativos y los hábitos extremos, mientras penaliza discursos más críticos.

Lo que dice la ciencia. El aceite de coco no es un producto nuevo ni misterioso. Su uso se ha estudiado durante años, especialmente en relación con la salud cardiovascular, el metabolismo de las grasas y su capacidad antimicrobiana. Algunos estudios, como el publicado en Nutrition Research, sugieren que el consumo moderado de aceite de coco podría mejorar el perfil lipídico, aumentando el colesterol HDL (el «bueno») y reduciendo en parte los triglicéridos, gracias a su concentración de ácidos grasos de cadena media. También se han documentado propiedades antifúngicas y antibacterianas, principalmente debido al ácido láurico, que representa casi el 50% de su composición. La nutricionista Sandra Moñino, experta en microbiota intestinal, ha explicado en El Español que el aceite de coco puede ayudar frente a ciertos hongos como la Candida albicans, pero ha advertido: “Hay que recordar que es una grasa saturada. Tiene beneficios puntuales, pero no debe consumirse sin control ni como rutina diaria”.

Por su parte, la también nutricionista Emma G., activa en TikTok, ha matizado aún más: “Sí, puede resultar beneficioso para algunas personas, pero no es algo que deban hacer todos. Muchas personas han tenido molestias digestivas tras introducirlo en ayunas, y eso no se cuenta”. En su vídeo —que ya supera las 100.000 visualizaciones— ha añadido un mensaje claro: “No hay un alimento que por sí solo te haga adelgazar. Todo depende del conjunto de tus hábitos”.

Otros usos. Más allá del uso oral en ayunas, el aceite de coco lleva años apareciendo en otros rincones del mundo wellness. El que está ahora en tendencia es el oil pulling, una práctica hindú que consiste en enjuagarse la boca con aceite durante unos 10-15 minutos antes de cepillarse los dientes. El tema es que dicen que reduce bacterias, mejora la salud de las encías y previene caries. Sin embargo, como han explicado varios expertos en odontología para el New York Times, no sustituye la higiene dental tradicional, aunque puede ayudar a reducir la cantidad de bacterias como el Streptococcus mutans.

Otro uso recurrente es como lubricante íntimo o hidratante vaginal. Aquí también hay luces y sombras: puede ser eficaz para aliviar la sequedad, pero debilita los preservativos de látex y puede alterar el pH vaginal, lo que lo hace desaconsejable en algunos casos, como se ha advertido en Healthline.

Y en cosmética es casi omnipresente: cabello, labios, cuerpo, mascarillas… Sus propiedades emolientes y su efecto antibacteriano lo hacen útil para algunas pieles, pero su uso no es universal. En pieles grasas o con tendencia al acné, por ejemplo, puede obstruir los poros y empeorar la situación. Una vez más, el patrón se repite: un producto con cierto potencial, pero al que se le asignan virtudes universales sin tener en cuenta las diferencias individuales o el contexto.

Más allá del ritual. El aceite de coco puede tener propiedades interesantes, y su uso en ciertos contextos puede estar justificado. Pero convertirlo en una rutina universal o en la última solución viral para perder peso es, cuanto menos, una simplificación peligrosa. Como ocurre con tantas tendencias que circulan por redes, lo que empieza como una experiencia individual termina transformado en recomendación masiva sin filtro, sin contexto y, a menudo, sin evidencia sólida.

La salud —la real, no la de TikTok— no se construye con atajos ni con cucharadas milagrosas. Se construye con información, hábitos sostenibles y decisiones que tengan más que ver con el cuidado que con la presión por encajar en un ideal estético.

Imagen | Pexels

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